miércoles, 29 de abril de 2020

BREVES HISTORIAS DE RADIO - 6

6.- LOCUTORES DE ANTAÑO

Eran los días del Mundial de Fútbol del 62 en Chile. Había llegado a Santiago desde el Sur, recién egresado del liceo, con mucha audacia, una mano por delante y la otra por detrás. En una racha de suerte o de buena voluntad del Director, logro ser aceptado como locutor en una pequeña radio emisora llamada Cruz del Sur, propiedad de la DC, asunto que promovían con orgullo y entusiasmo. "La única radio creada mediante Capitalismo Popular". Estaba ubicada en los altos de un edificio que alojaba en su planta baja al cine Continental, al comienzo de calle Nataniel, cerca de la Alameda.

Nunca antes lo había hecho pero deliraba con ese momento. En la época liceana divagaba sobre el desempeño de un locutor escuchando las voces más famosas de entonces. Sergio Silva, Raúl Matas, Oscar Fock, Adolfo Yankelevich, Lolo Achondo, Pepe Abad (El Repórter Esso). Construí una imagen absolutamente idealizada de esa labor y de cómo debería ejercerse mejor.

La ingenuidad y el desconocimiento del medio me condujeron a fundir en una sola tres actividades específicas y diferentes: publicidad, locución y animación. Una herejía.

La realidad, en esa época, era mucho más pragmática y ramplona. Un pupitre muy alto para trabajar solo de pie y un micrófono colgando del techo en una estrecha sala de paredes acolchadas para anular el eco.
Una enorme ventana daba a la sala de controles donde un profesional manipulaba palancas y perillas de volumen, rodeado de aparatos electrónicos.

Sobre el pupitre, un enorme libraco formado por hojas sueltas anilladas. Cada hoja contenía el texto de un aviso diferente. Lo llamaban "taco". Un reloj de pared completaba el amoblado.

Con un simple lenguaje de señas y el botón de un timbre uno se ponía de acuerdo con el radio controlador. Todo lo hablado estaba escrito en el taco.
"Son las ..." y había que mirar el reloj. Cero improvisación.

Los avisos eran kilométricos. Mínimo, un cuarto de carilla. Un relato de todos los productos ofrecidos por el avisador, con precios y detalles tales como colores, talla, procedencia y materiales empleados para fabricarlos. Había que limitarse a leerlos, uno tras otro, sin cambiar ni una coma.  Una rutina que se repetía cada 15 minutos. 

El peor de los avisos, para mi gusto, intentaba promover a Cemento Melón. Una carilla con la historia de la empresa y su Directorio completo. Me pareció aberrante. Una estupidez. Ignorando que era el avisador más importante de la emisora, en un acto compulsivo, llené el texto de rayas y decidí remplazarlo por otro que inventé en ese instante: "PARA RESULTADOS CONCRETOS USE CEMENTO MELON".

Alcancé a repetirlo unas tres veces cada vez que aparecía el texto antiguo en el taco hasta que llegó el Director de la radio, furioso, convertido en energúmeno. Lo más suave que me dijo fue: "Acaso te creís Raúl Matas ctm?". Y me echó violentamente a la calle.

Triste y con la cola entre las piernas deambulé varias horas pensando en la cagada. Resignado y, a modo de consuelo, decidí visitar otra emisora donde trabajaba uno de mis ídolos solo para conocerlo. Eleodoro Achondo me recibe amablemente en los estudios de Radio Chilena y sin preguntar nada me lleva a la sala de locución para que leyera las noticias de esa hora. Directo al aire. Como dicen algunos: "a sangregorio" (sin anestesia).

"Te falta mucho pos cabro" me dice.
Y agrega: "Te voy a mandar a un lugar donde vas a aprender esta cuestión. Tenís plata pal pasaje? Porque te voy a mandar a Quillota. Allá hay una radio donde soy socio del dueño."

Ya no existe Radio Chacabuco de Quillota. Pero marcó mi vida.
Jamás imaginé el recibimiento que tendría. Al contemplar los rostros de mis nuevos compañeros me pasé la película completa en un instante. Se había rumoreado que enviarían "un locutor de Santiago". No estaba la chance de ser humilde. Y asumí el cartelito.

Desde el primer día comencé a cambiar la redacción de los textos de publicidad como creía que deberían ser. Y, por supuesto, hablé con los clientes cuyos avisos iba cambiando. Les pedí que confiaran en esa "nueva forma" de hacer publicidad.

Por ejemplo, convencí al dueño de un restaurant que remplazáramos su latoso comercial por una frase que decía:
"Y qué vamos a hacer esta noche...? Vamos donde Miguelito...!!!".
Miguel Gladinier (QEPD), el propietario, llegó a ser uno de mis grandes amigos. Y la publicidad dio frutos notables.

En una época en que la locución se basaba estrictamente en la lectura de textos escritos iniciamos la aventura de hilvanar ocurrencias y conversaciones directas con los oyentes.
La publicidad se hizo flexible, desenfadada, improvisando directamente "al aire". Eso, hoy, es lo habitual. Indispensable.

La mejor experiencia allí fue montar "El cuenta cuentos". Un programa diario donde, cada tarde, inventaba un cuento diferente frente a un grupo de niños presentes en el estudio de transmisión.  La presencia de las caritas infantiles era fundamental para detectar, sobre la marcha, los efectos de la narración en sus ojos.

Nunca los escribí ni preparé. Solo dejaba fluir la imaginación sincronizándola con la de los niños. Sus rostros lucían muy parecidos a los emojis que hoy usamos en redes sociales. Curiosidad, risa, ansiedad, complicidad, estupor, sorpresa, indignación, frustración y placer acompañaban cada nueva frase agregada. El propósito era estimular las emociones infantiles. Algún día publicaré uno de esos cuentos que aún persisten en mi memoria.

En Radio Chacabuco de Quillota hubo personas extraordinarias.
Augusto Gatica, (QEPD) uno de sus locutores, culminó su carrera años después como lector de noticias en UCV TV y luego en Canal 13.
Otro personaje formidable fue Rolando Schulz Quicker, capaz de escribir un radioteatro en 2 horas con hasta 5 personajes diversos. Luego lo ponía en el aire haciendo él mismo todas las voces. Lamentablemente sufría de alcoholismo. Así malogró su portentoso talento y supongo que debe haber sido causa de su muerte.

Párrafo aparte para quién identifica hoy con su nombre al Estadio Municipal de esa ciudad. Lucio Fariña (QEPD) en aquél entonces daba sus primeros pasos como comentarista deportivo dedicando cada noche a analizar los vaivenes futbolisticos del equipo local, San Luis de Quillota.

Y una nota de profunda gratitud para Séptimo Giraudo Giordano (QEPD), socio principal y fundador de esa desparecida radio. 
Permitió, tácitamente, probar todo el caprichoso arsenal de trucos de animación y publicidad que poblaba mi mente juvenil. Una escuela donde se forjó la llave maestra para acceder, pocos años después, a la emisora más gravitante del país en esos tiempos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario