jueves, 6 de enero de 2011

La estupidez garantiza riqueza

Nota: Este artículo fue escrito inicialmente para ser publicado en webalia.com donde aún debe estar almacenado.
__________________________________________________

Como queráis tomarlo, pero es como os lo voy a exponer.
El Mundo que nos rodea está hecho para y por los estúpidos. Las  leyes que nos gobiernan se requieren, específicamente, para  prevenir estupideces. Si nadie las hubiera cometido nunca, ninguno se habría fijado en ellas. Y es porque existe un impulso basal en  todos los seres humanos que dirige nuestra atención,  irresistiblemente, hacia las estupideces. Mirad a ése. Sí que es estúpido. Mirad la estupidez que comete. Y se junta un corrillo  rodeando el espectáculo para disfrutarlo, con fruición, sin perder detalles. Hasta dónde llegará, se preguntan todos... Y vamos  trenzando apuestas, cruzando los dedos y tragando saliva. Porque si  no te la tragas...

Para qué voy a aburriros con el mamotreto de Records Guiness que ya todos conocéis donde se inscribe sólo a quienes cometen las más notables y espeluznantes.
Un  Principio Fundamental que, aparentemente, hace falta en la  Carta Magna de los Derechos Humanos es, justamente, algo así como: "Todos los seres humanos tienen derecho a abstenerse de  cometer estupideces y tal conducta no podrá emplearse en modo  alguno para justificar algún tipo de discriminación porque la  discriminación, cualquiera sea su tipo, es una estupidez intolerable".
Y, de hecho, la discriminación obliga a varios párrafos dentro de esa  carta debido a que presenta variadas formas de estupidez. Pero, como veremos más adelante, tal principio no hace falta.

Si decís a alguien: "No seas estúpido, que no existen leyes que te  protejan de la estupidez!" ya estáis diciendo una estupidez. Porque si  alguna ley prohibiera la estupidez misma, taxativa y eficazmente,  estaríamos fritos, pues a todos se nos acaba el negocio.
Lo que se sanciona, en realidad, son las estupideces ya cometidas o sus consecuencias (el coste del desastre). O  sea, no se previenen. Y ya con eso tenemos un gran dilema. Si uno  no comete ninguna estupidez en su vida, va a pasarla sin pena ni  gloria, arrumbado, sin que nadie le tome en cuenta, como un  estúpido, en estricto rigor, sin pretenderlo. Me refiero a eso de  quedarse arrumbado, no a lo de estúpido. Porque hay que ser muy  estúpido para pasarse la vida entera arrumbado por temor a cometer  estupideces.

No existe el derecho a abstenerse de cometerlas. Estáis obligados. Os guste o no. O eres el Rey de los estúpidos, cometiendo la mayor de todas, con lo que te aseguras un puesto en  el mamotreto de Guiness, o te abstienes y también vas a dar al  consabido mamotreto por ser el único que no las ha cometido. Y, pues, ésa sí que sería gorda puesto que le pondrías una atroz  jaqueca a los administradores del mamotreto. Joder! A quién poner  primero entre los ya expuestos. Cuál, entre ambos, es el que merece la corona. Grave, puesto que ambos estúpidos no puede figurar  juntos, por un mismo motivo, a menos que el mamotreto ése pretenda insertar su propia  estupidez. Absurdo. Los de casa no concursan.
Como veis, cada vez que intentamos hilar fino o ponernos sesudos,  arribamos a una paradoja. Es decir, una estupidez sin pies ni cabeza. La Física cuántica está llena de ellas.

Tal y como está inserto en la Carta de Derechos Humanos, todos  tenemos derecho a cometer estupideces y tenemos derecho a que  nos protejan de sus consecuencias. No sale con esas mismas  palabras porque, de nuevo, no se prohíbe la estupidez de los escribanos, pero sale. No insistas con que "tal estupidez no iba a  salir allí" porque puedo dejarte en íntimo ridículo contigo mismo/a. Y  dale. Los demás no leáis el paréntesis que sigue a menos que todo  aquél que lee sea estúpido. (Sólo para estúpidos recalcitrantes: Habéis oído decir,  más de una vez que "todos tenemos derecho a  equivocarnos". Bueh! Sabías que acabas de demostrar tu  estupidez? Enhorabuena, no me ibas a dejar mal parado. Ya eres  del grupo.)

Quieres ser inmensamente rico o rica? Pues vende estupideces. De  seguro se van a pelear por comprártelas. Lo que sea, hombre, lo que  sea. Siempre que sea una soberana estupidez. Directamente proporcional. A mayor estupidez, mayor aceptación, mayor placer,  mayor venta y estupidez generalizada. Porque la estupidez es  adictiva y contagiosa. Más aún. Tiene un efecto dominó. Una estupidez promueve a otra y así, sucesiva y exponencialmente. Ya tenemos la tautología respectiva: Todo lo que se construye sobre una estupidez pasa a ser estúpido por definición, porque es estúpido en su origen.


Pero, ojo, que, de un conjunto simultáneo de estupideces, es decir, dos o más a la vez, siempre sale algo útil, aunque esto sea una nueva estupidez. Nuevo principio activo y rescatable: la estupidez es útil en sí puesto que proviene de estupideces. Y si ese algo nuevo es inútil, con mayor razón es una estupidez.

Al país que fueres haz lo que vieres. De otro modo te sacan a  patadas por estúpido. Si te ha ocurrido algo así, deberás comprendernos. Esto está ya demasiado lleno de estúpidos y que  nos vengan a copar lugares  que están escaseando, pues, no resulta  muy agradable. En pocas palabras. Aquí no sobran estúpidos pero  tampoco hacen falta más.
Mientras te patean no te gritan estúpido, porque eso no llamaría la  atención, sino sinónimos tales como "sudaka" o estupideces por el estilo que vienen a ser lo mismo. Porque, en general, el estúpido no sabe pasar inadvertido. Alguna parte de su estructura nasal, bucal, ocular, mental, lingüística, epitelial, o, simplemente, su atuendo, va a  delatar su condición de tal.

Cuántas argollas, anillos, clavos y demases se requiere portar, insertos y repartidos en los lugares más inverosímiles de la anatomía,  para ganarse el rol de estúpido?
Yo diría que basta con uno bien instalado en el sitio preciso. Como no es fácil precisarlo de antemano, los hay quienes van probando.  Se insertan uno en el lóbulo de una oreja y salen a exhibirlo. Nadie  los pesca porque la calle ya está llena de ésos. Ah! Pero esos  estúpidos no te la van a ganar. Probemos con uno en la nariz. De  gran utilidad para colgar mocos. Hasta donde yo recuerdo,  antiguamente, a los cerditos se les insertaba un anillo de ésos en la  nariz para evitar que hicieran daño a las hortalizas.
Pero, actualmente, es casi imposible sorprender ya con algún lugar  novedoso. Además de los ya nombrados, se han ocupado lengua, labios, párpados, cejas, ombligo, pezones, vagina, hombros, tobillos.
Pero seguro que no habéis probado esto que ahora os dejo como  primicia:
Te tragas una cadena con un laxante y esperas a que asome una  argolla por el trasero. Ahí la dejas. La lavas con agua y jabón y la secas con un paño o un trozo de papel higiénico. Recuerda frotarla a  menudo para que no pierda su brillo.
Ahora, si te sobra el dinero, puedes adquirir muchos metros de cadena. Pregunta a un gastroenterólogo cuántos metros de intestinos tenemos. O mejor, averigua cuántos metros van desde la  boca hasta el ano. Válgame Dios! Eso tampoco va a servirte de  mucho. El asunto es que busques la forma de que, al tragarte la  cadena, una argolla sobresalga por la comisura de tus labios y la otra  cuelgue de tu trasero. Así tendrás un piercing ajustable o de doble  faz sin  necesidad de haber agujereado nada. Ventajas adicionales:
-Tienes derecho a que te llamen “El señor de los anillos”. Y ante quien lo dude abres la boca y le muestras el trasero.
-Pones unos pinchos y ganchos entre dos árboles cercanos y te  cuelgas como hamaca.

Conforme a la filosofía actual, de última generación, la mejor manera  de arruinar un negocio es solucionar un problema. Qué cosa más estúpida, no? Pues, manteniendo el problema se sostiene una  actividad o la hace rentable. Sustentable al menos.
Toda solución definitiva implica cesantía. Repetid a coro: Qué  estupidez!

Vosotros, de seguro, reís con esto. Pero he tratado de abordar el  tema seriamente.
Habéis oído hablar, recientemente, de fulanos que han ganado millones vendiendo una pulsera que no hace nada. Es una pulsera estúpida, absolutamente inútil. Pero se vende por millones en todas partes. Y la gente jura a pies juntillas que cambia su vida con ella puesta. Stupidorum conditio.

Un amigo mío poseía una enorme fábrica de quesos en Santiago de Chile. Vivía una tormentosa existencia diaria, acosado por las inspecciones sanitarias. Que la cadena del frío y esto otro. Nunca ganó dinero con ella. Hasta que logró venderla a un estúpido empresario. Cogió su dinero y se dedicó a darse la gran vida en playas paradisíacas de América Tropical. Mirando la playa tapizada de conchitas halló la fuente de su fortuna actual. Repartió propinas a muchachos pobres para que le recogieran todas las conchitas. Llenó varios contenedores de conchas de todo tipo de moluscos tropicales y las puso a la venta como “souvenirs” en diversas ferias y exposiciones industriales internacionales. Esta historia es absolutamente real. Si mi amigo (el francés) aparece por este blog, se va a matar de risa leyendo. Vosotros, una ojeada a la mesita de centro. Habrá una conchita adornándola? O quizás en una repisa del hogar. Conozco más historias reales de este tipo pero vosotros tendríais derecho a no creerme. Así que voy a exponer una que sí todos deben conocer de oídas.

El hombre más rico de la tierra, el mismísimo Bill Gates, hizo su imperio vendiendo una porquería que no servía. Pero  tenía su gracia. Era una soberana estupidez desde el comienzo. Las  primeras versiones de su "software" (nombre específico y genérico  de una familia infinita de estupideces) eran tales que obligaban al  instalador a devanarse los sesos para hallarle una utilidad. Es decir, la utilidad del software era que uno, sabiendo de programación o del  lenguaje computacional propio de esa época, tenía la posibilidad de  hallarle una aplicación restringida al nivel de estupidez del usuario  que pudiera implementarla.

Dado que millones de estúpidos, en el mundo entero, boquiabiertos e  impactados con tan novedosa estupidez, no pudimos resistirnos, adquirimos masivamente esa tontera. Comprada, pirateada, como  fuera, tenía que ser nuestra. Era inconcebible que no sirviera para  nada. Insólito. Uno puede ser imbécil pero nunca se considera  estúpido. Los imbéciles eran los otros incapaces de hallarle un destino útil a esa maravillosa estupidez, cumbre de lo que puede  llegar a concebir el ser humano. Cada estúpido por su lado fue  llegando a la conclusión que la estupidez ésa podía modificarse y  admitía variaciones en torno a lo mismo.
Y Bill (el de los millones), ni corto ni perezoso, fue vendiendo  estúpidas actualizaciones de su estupidez inicial, las que, a su vez  fueron requiriendo más y más  estúpidas actualizaciones. Es decir, la  historia del burro y la zanahoria, la estupidez por antonomasia.  (No  me digáis que no os la han contado nunca porque me pongo a llorar aquí mismo y renuncio a toda otra estupidez en mi vida).
Esas actualizaciones, para hacerlas rendir más dinero,  periódicamente, reciben el nombre de versiones, desde 1.0 hasta 7.0  y más. Actualmente vamos en el Windows 7.
Estas estupideces, en el ámbito de los ordenadores, se denominan Sistemas Operativos (SO). Si se limitan a eso, SO, no sirven para nada ya que, para ser útiles, requieren de otras estupideces  vendidas por otros multimillonarios enriquecidos de la misma forma  que nuestro Bill. A esto último se lo denomina Aplicaciones, que el  vulgo ha dado en llamar "programas". Pero siguen siendo  estupideces.
Hasta hace poco había expertos programadores dedicados, 100% a  desarrollar estupideces, digo Aplicaciones.
Hoy existen Aplicaciones capaces de hacer Aplicaciones. Entendéis  o os he mareado a estas alturas?
Digo que hoy existen estupideces capaces de programar estupideces de modo automatizado.
Qué decir de los virus, malwares, aplicaciones espías y otras  sandeces, hechos especialmente para justificar la utilidad de los anti  todas esas estupideces.
Asumo que está demás que me explaye sobre el spam. (Correo basura). A coro todos: Qué estupidez!
Y pensar que hay algunos (los hay) que se entretienen hurgando en  el spam, porque, en una de ésas, surge una herencia de un pariente  lejano en Nigeria o una rusa de 18 años, virgen y afligida porque su  familia está arruinada.
Por qué llamar estupidez a algo tan subyugante como el software que da vida a nuestros ordenadores?
Responderos vosotros mismos.
Cómo se define "estupidez"? Torpeza y lentitud notable en  comprender las cosas, según el diccionario.
Ningún ordenador comprende nada que yo sepa y si tú no le ayudas, se quedará eternamente esperando a que le digas qué debe hacer.

Cansados...? Una lástima porque aún me queda un saldo.
La estupidez en torno a los ordenadores o a la computación no sólo se da en el software. También en el hardware. Para los no iniciados,  esto último es el soporte físico, las partes del ordenador que puedes  tocar y confieren volumen y peso.
Como habréis notado, constantemente os veis ante la necesidad de actualizar el software (una estupidez tras otra) hasta que llega el  momento en que el hardware revienta o adquiere una lentitud que os dan ganas de darle de martillazos. Pues bien, el muy estúpido ha quedado obsoleto. La obsolescencia periódica, intermitente e  interminable, nos devuelve a la imagen del burro y la zanahoria.  Decidlo a coro: Qué estupidez!

Ya sé que debéis ir cada uno a vuestras cotidianas estupideces y yo, a las mías. Por eso, voy liberaros de la lectura, dejándoos una  reflexión:
La filosofía de lo desechable que hoy rige al mundo para incentivar el consumismo (si no consumes el mundo se detiene de veras)  consiste exactamente en satisfacer la estupidez y no a la inteligencia  porque esta última atenta contra el consumismo.
Como veis, acabo de ponerme estúpido porque pensar e inducir a  pensar es una estupidez doblemente culpable. Vive y deja vivir es la moda. La versión antigua de esta idea era: Mal de muchos es consuelo de tontos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario